Como antes he comentado, el camino francés es aquel que nos lleva a Santiago desde Puente la Reina [Gares], pues es en esta localidad navarra donde se unen dos caminos, el aragonés que viene de Somport y el que nosotros recorrimos, que viene de Roncesvalles. Llegamos a Puente, como se le conoce familiarmente al pueblo, casi a las cuatro de la tarde, sedientos, pero no fatigados. El descenso desde el Puerto del Perdón por la N-111A hasta Puente es gratificante, y ni caso hicimos al atravesar Legarda. La tierra es roja, prados pintados de oro y flancos de colinas forestados. Estamos impacientes por llegar al pueblo cuyo puente románico fue mandado a construir por una soberana que trae en jaque a los historiadores. La intención de sellar la credencial en la villa cabecera de Valdizarbe se convirtió en hecho, y una vez satisfechos, y calmada la sed en el albergue de peregrinos, nos tomamos una pausa. Evidentemente, una pausa en el pedaleo, pues caminar Puente la Reina lo merece. Aparcamos las bicicletas en un recodo de la iglesia del Crucifijo, construida por los Templarios. Hubo hospital, que llevaron también los Templarios, y ahora desaparecido, un colegio lo remplaza. Al interior de la iglesia el silencio es roto por nuestros pasos. La oscuridad no impide que apreciemos la estatua romana de Santa María de las Huestas. Un vitral se encarga de dejar pasar la claridad que el sol en su huída, riega a borbotones. Semioscuridad entonces, la luz necesaria para percibir un Cristo tallado en madera hacia el siglo XIV y clavado sobre la cruz pero posicionado en Y.
Iglesia del Crucifijo
Enrumbamos la calle Mayor, atrapada por la claridad del final de la tarde. Fachadas de piedras, austeras, pero distinguidas con sus puertas góticas y los capiteles. Nos detenemos en la iglesia de Santiago, a medio camino entre la del Crucifijo y el puente. Pórtico románico, tocado por la influencia musulmana, y no único en Navarra. Noventa personajes decoran el pórtico, dispuestos siguiendo la curvatura de los arcos. Igual de solitaria, pasible, olorosa a viejos maderos. No faltaría más, pues es la iglesia de Santigo, a quien es dedicado todo el altar barroco.
Iglesia de Santiago
Siguiendo la calle, puede doblarse a la izquierda antes del puente, para llegar a otra iglesia que no visitamos, “desolé pour Saint-Pierre”, y porque no pudimos ver la Virgen del Puy, también conocida como Virgen del Txori, e hicimos bien, pues estaba cerrada, nos dijo un puentesino sentado en la puerta de su casa. Al llegar al Puente de los Peregrinos, que encargara la incógnita soberana, un grupo de vecinos, -todos septuagenarios, tomaban el fresco de la tarde junina. Risas y bromas como escolares de receso. Conversamos con ellos y confirmamos que del otro lado del puente, nos esperaba el camino, siempre en dirección a Santiago. Otra vez, cuántas veces!, el Arga atravesado. Y cada vez, hermosos puentes románicos, arcos y pilares para salvar una orilla. Este, que data del siglo XI, tiene 110 metros de largo y cuatro de ancho, y la estructura sostenida por seis arcos de medio punto y cinco pilares. Al atravesarlo estábamos diciendo adiós a una pauta mítica en el camino, el sitio de comunión de todas las rutas, que desde lugares impensables, recorren los peregrinos para entrar a la catedral de Santiago. ©eW&cAc
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