dimanche 20 juin 2010

Pausa en La Posada de Roncesvalles


En el puerto de Ibañeta solo nos queda volver a montar nuestras bicicletas y pedalear el kilómetro y medio que lo separa de Orreaga, es decir Roncesvalles [Orreaga]. Desde la carretera en pendiente comienzan a vislumbrarse los renovados techos del hospital de peregrinos, de indudable corte neoclásico. El inmueble, diseñado en la última década del XVIII, fue construido entre 1802 y 1807. Al observarlo desde la altura, se distingue su cuerpo horizontal con tres plantas que dan al patio y cuatro en dirección al este. Ventanales cuadrados airean el hospital, administrado por el arzobispado de Pamplona. Al edificio se entra por un portal con arco de medio punto guarnecido de friso y pilastras, sobre un frontón triangular.

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Un aire frío se instala en el ambiente. La fatiga clama por un reposo al abrigo del aire helado que baja de los picos. Antes disfrutamos del patrimonio urbano. Reviso mi guía. En efecto, la pequeña iglesia gótica, del sXIII, es la de Santiago o de los Peregrinos. De sencilla factura, pero hermosa portada de arco apuntado. A la derecha, la Capilla de Sancti Spíritus, conocida como “Silo de Carlomagno”. Remarcable, la Iglesia de la Real Colegiata de Santa María. El edificio más lujoso de Roncesvalles, notorio por la excelencia de su gótico puro, paradigma navarro del estilo, y que fuera ordenado por Sancho el Fuerte, que lo eligió como sitio para su enterramiento. El aire glacial nos hiela y el hambre no admite otra demora. Dejamos las bicicletas en un recodo y raudos entramos en La Posada (http://www.laposadaderoncesvalles.com/) una vieja casona del sXVI, trabajada con piedras y madera. Ambiente dominguero en el restaurante desbordado de españoles, probablemente asiduos del lugar porque comen, hablan y gesticulan como en su propia casa. No vemos otros peregrinos que nosotros. El servicio es eficiente. Las truchas navarras acompañadas de patatas nos fortifican el estómago. El arroz con leche, hecho en la casa, es una delicia. Raudos, tal como entramos, pagamos y salimos del restaurante. En el vestíbulo, algunos peregrinos descansan, con las botas descalzadas. Mochilas y bastones tirados por el suelo. Alcanzamos las bicicletas y aún tibios del abrigo restaurador, ponemos rumbo a…©eW&cAc

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