dimanche 27 juin 2010

La catedral de Astorga (fachadas & interiores)


Apreciamos los exteriores de la catedral en la tarde-noche de nuestra llegada, y temprano en la mañana, antes de retomar el Camino. La catedral, de 1471, básicamente gótica, fue una obra cuya ejecución se alargó hasta el s.XVIII. Presenta una estructura exterior de arbotantes, naves rematadas en balaustres y pináculos, y un detalle, sobre la aguja del crucero aparece Pedro Mato, que fuera portaestandarte en la batalla de Clavijo. La fachada es barroca con su parte central abocinada, el interior es imponente, algo sombrío a pesar del número de vitrales, conserva un retablo mayor románico y el coro es una obra del gótico tardío. La Virgen de la Majestad o la Inmaculada, es una talla de factura románica. ©eW&cAc


La quietud matinal del convento

Amanecer en el convento es un ejercicio para la audición. Ni el aleteo de una mosca, o de una abeja perdida, el más mínimo ruido, solo nuestros pasos sin eco en el perímetro de la celda, luego en las escaleras, y el movimiento que deja aflorar una sonrisa en la monja ocupada de nuestro “départ”. Buen Camino, dejó escapar de sus labios la octogenaria misionera y escuchamos el ruido casi imperceptible del postigo de la puerta al ser cerrado.

Queremos descubrir un poco más de Astorga, despierta a primera hora de la mañana del lunes 28 de junio. Habrá que descubrirla mientras pedaleamos, mientras esperamos la apertura de un atelier de reparación de bicicletas. No lejos de las Misioneras Apostólicas de la Caridad, el Convento de Sancti Spíritus. En un recodo, la calle de la Judería. Astorga presume de magníficas galerías en las fachadas de sus inmuebles. Callejas y callejuelas. Evocadores nombres de calles, y sombreadas esquinas en espera del ascenso del sol. Visible desde cada recodo de calle el Palacio Episcopal, sede del museo de los Caminos. Y la catedral, imponente, majestuosa. ©eW&cAc


Promenade en ville (Astorga)



No más pusimos un pie fuera del convento, comenzó el cielo a lloriquear. Desplegamos las capas tenidas a mano y entre gota y gota nos paseamos por Astorga mojada. La ciudad es un sitio relevante en el Camino y merece tardarse en ella si posible. Nosotros estamos obligados a verla en la quietud dominical que precede al bullicio de la hora de cena. Convento obliga. Proa a la catedral, a escasos metros de la casa de las Misioneras. Deambulamos por su explanada. A un lado, la capilla de San Esteban y del otro la barroca iglesia de Santa Marta. Un poco más al fondo, el Palacio Episcopal neogótico en el que se evidencia la mano de Gaudí. En el camino, una plaza tranquila en la que un monumento evoca las guerras napoleónicas y el heroísmo de los asturicenses al enfrentarse a las tropas galas. Calles estrechas, comerciales, pulcras. Desembocamos en otra plaza, la España, rodeada de soportales y buenos sitios para picar algo o para cenar, y en un extremo, el consistorio que data del s.XVIII (1704). Yendo hacia las murallas romano-medievales, una gran explanada: la plaza de San Francisco. En el Convento de las Siervas de María, el Albergue de los Amigos del Camino, sellamos nuestra credencial. Volvimos a la plaza España, un poco más animada y cenamos en un restaurant que también pasaba el partido de fútbol para placer de Elie. No tardó la noche en apoderarse de Astorga. Los monumentos y sitios históricos se iluminaron, y descubrimos otra ciudad, envuelta sus fachadas de amarillo oro. ©eW&cAc

Astvrica Avgvsta (Astorga)


La capital maragata, en tiempos de los romanos, fue una encrucijada de caminos. Nueve calzadas conformaban el eje de comunicaciones de la capital del conventus asturicense, calificada de urbe magnífica por Plinio. Posterior a la repoblación, hacia el 854, el núcleo volvió a brillar como carrusel de caminos: el Camino Francés, el Camino de la Plata, el Camino Real de Galicia a Madrid y la Cañada Real trashumante de la Viznara. Como buenos indisciplinados, nunca hacemos lo que nos orienta la guía del peregrino, aunque sí echamos un vistazo siempre que la duda se instala, al mapa del Camino y carreteras. Y por ello, en lugar de entrar por la desaparecida Puerta del Sol, nos vimos catapultados al casco histórico de la ciudad, buscando un sitio honorable donde pernoctar. Estoy convencido de que llegar a una ciudad desconocida un domingo al final de la tarde es un casse-tête. Todo completo, completamente todo! Y rodando se nos ocurrió interpelar a otro ciclista, no con nuestra facha, noooo!, todo un señor, de blanco vestido y portando un elegante sombrero panamá. Y fue la clave! El endomingado caballero nos condujo él mismo hasta la puerta de las Misioneras Apostólicas de la Caridad y nos dejó en manos de una monja, que nos dio las llaves de un garaje para estacionar las bicis y luego nos condujo a la celda conventual que compartiríamos un católico maronita y un cristiano contento de la suya y curioso del resto de las religiones y espiritualidades que pueblan el mundo. Respetuosos de la disciplina monástica, optamos por una ducha relajante y pa’la calle! Teníamos por delante cuatro horas justas para visitar la ciudad, cenar tranquilamente y llamar a la puerta del convento justo rayando las diez. Y eso hicimos, no fuera que llegando tarde, en lugar de bicicletas, encontráramos calabazas. Los lugares que visitamos, los compartimos con ustedes en los siguientes post! ©eW&cAc

San Justo de la Vega




Y justamente, hubo de tardar la entrada a la ciudad de Astorga, no ha causa de la siesta pueblerina de Hospital de Órbigo, sino a causa del partido de fútbol que mi compañero de ruta no quería perderse. De justeza llegamos a San Justo de la Vega. Elie se refugió en el Oasis para disfrutar del match y yo me encaminé a la iglesia para ver la imagen manierista de San Justo. La parroquia está dedicada a los santos Justo y Pastor. Del templo original, edificado en el s.XVI, ha sobrevivido la espadaña adosada a la torre. En lo alto una familia de cigüeñas. El edificio actual es de factura reciente. La imagen de San Justo, es obra de Gregorio Español y data del XVI. Cohabitan un altar del XVII y un retablo moderno que saliera de las manos de un artista local. Sellé nuestras dos credenciales y escuché con atención la explicación que gentilmente me hizo el señor encargado de cuidar la iglesia. Dejando el pueblo y como fondo, los montes de León, silenciosos, eternamente silenciosos. Entre San Justo de la Vega y Astorga, el río Tuerto. La tarde iba tiñéndose de añil. Cuatro gotas de agua luchaban por caer. Seguimos el pedaleo. ©eW&cAc

La iglesia de San Juan (en Hospital de Órbigo)





Cerrada a cal y canto, no pudimos apreciar su interior, que conserva un retablo plateresco. La iglesia, como el resto de los inmuebles del pueblo dormía. La capa azul de la tarde envolvía su espadaña espigada tratando de tocar el cielo. La iglesia de San Juan, esbelta piedra matizada de todos los tonos inimaginables del ocre y cubierta de tejas, anuncia una excelente restauración de sus fachadas exteriores. Su construcción data del s.XVIII, y su planta es de cruz latina. La espadaña está conformada por tres cuerpos y alberga el reloj de Órbigo y las campanas del templo. Se accede al interior del soportal, -que ya dije no pudimos hacer-, por un pórtico en arco situado en su centro, y a cada lado del pórtico, sendos arcos, más pequeños, y cuatro ventanas. Otra portada permite el acceso a la nave principal. Viendo la hora, y la poca prisa de sus habitantes por darle vida al pueblo, decidimos poner rumbo a la antigua Asturica Augusta. ©eW&cAc