vendredi 25 juin 2010

Noche de luna llena en el cielo de Calzadilla


Calzadilla de la Cueza

Avistamos Calzadilla como si viéramos un espejismo. Como un faro enladrillado, surgió el campanario de la parroquial, allá lejos, cerca, a la mano, en el fondo del paisaje. El pueblito era nuestro cierre de etapa, la “casa inventada por una noche”, el refugio ante la inminente noche en tierras castellanas. Encontramos amparo en el único sitio para pernoctar, el hostal Camino Real, a la entrada o a la salida del pueblo, según de donde se venga! El término de etapa siempre es un bálsamo. Casi un verdadero descanso, y no solo para nosotros, también para nuestras metálicas Gazelle y Gitane. Una vez sacudidos del polvo de la tierra palenciana caminamos en busca de la parroquial, llamada de San Martín, iglesia de ladrillos y adobe, de una sola nave, con techo de tejas. Una parroquiana y su marido, casi octogenarios, nos reciben. La señora nos acuña la credencial y nos enseña el retablo del s.XVI, -una joya del renacimiento, nos dice, como si nos mostrara su ajuar de casada! El retablo viene de la antigua abadía Santa María de las Tiendas.

Calzadilla dormita a esa hora temprana del final de la tarde, pero es menos fantasma que otros pueblos a punto de mediodía. Algo de su factura de adobe, sus techos bajos, de sus fachadas unas blancas otras ocre rojizo, nos llama profundamente la atención. En un abrir y cerrar de ojos damos la vuelta al pueblo. Salimos a campo traviesa y enrumbamos a pie por la que fuera vía romana, la vía Aquitana. Suavemente se va tiñendo el cielo de un azul gris melancólico, de un silencio estropeado por nuestros pasos y el aleteo de pequeños grupos de pajaritos buscando refugio entre las hierbas y arbustos a los dos lados del camino. Volvemos atrás, y por la carretera, la que viene de Quintanilla, dos mujeres avanzan en dirección a Calzadilla. De brazo una de la otra, como si pasearan por una alameda en una gran ciudad se veían en pleno comadreo. Saludos y conversación. Curiosas, las septuagenarias nos interpelaron, y quisieron saber de dónde veníamos. Una de las señoras vive en la calle Mayor, -hasta que me muera, nos dijo: y la otra agregó, pues yo me fui de aquí hace cuarenta años, pero me puedo morir aquí, como en Palencia, es igual! Ellas siguieron comadreando y nosotros volvimos al hostal, para cenar y beber un buen vino español como bien merecen dos peregrinos exhaustos de una jornada de 81 kilómetros. ©eW&cAc


Quintanilla de la Cueza y la villa romana



La pequeña localidad de Quintanilla de la Cueza, actualmente fuera del camino, estuvo comprendida como parte del antiguo Camino Tradicional de Santiago, en el primer mapa editado del Camino Francés (Carte des Chemins de Saint-Jacques de Compostelle – 1648 , Derveaux). La ruta que tomamos, tranquila y bien agradable, nos permitió pedalear y reflexionar, mirar la Tierra de Campos con ojos diferentes, con la sensación de que estábamos peregrinando como antaño, un año jacobeo, entre trigales y desvencijadas construcciones donde el mudéjar fue rey, tierras ocres, donde el color pajizo es obra del sol. La Villa romaine, pas question. Falta casi nada para cerrar con broche de peregrinos la jornada del 25 de junio. ©eW&cAc

Cervatos de la Cueza y José de San Martín


Grande es la comarca Tierra de Campos, porque también a ella pertenece Cervatos. Y en algún sitio de la comarca, quizás antes, alguien me dijo que en Cervatos existía una hermosa imagen de San Roque, patrón del pueblo y que de allí eran los padres del prócer argentino José de San Martín.. Y nos acechó la curiosidad. Bastaba pedalear un poco más para hacer una pauta, y corroborar que era cierto, contado ahora por una joven del pueblo encargada de cuidar la iglesia esa tarde y que nos selló la credencial con el cuño parroquial. La iglesia parroquial de San Miguel y Santa Columba, de estilo colonial, es el fruto de la relación que une a la localidad con Argentina. La iglesia conserva una profusión de esculturas, y entre ellas el San Roque, santo que se celebra, como San Roquillo, el 16 de agosto, día de fiesta en la localidad. ©eW&cAc

Calzada de los Molinos



Mirando el mapa hoy día, me pregunto por qué no fuimos directo de Carrión a Calzadilla de la Cueza, pasando por la que fuera Abadía de Benevívere, inexistente en la actualidad. Queda el priorato convertido en granja agrícola, a un lado del camino, que sigue el trazado de la antigua calzada romana conocida como vía Aquitana. No estábamos ansiosos por llegar a un sitio y descansar? En realidad, la fatiga no había llegado a su tope y muchas veces es preferible fatigarse que cerrar puertas a la curiosidad. Pasar por Calzada de los Molinos, nombre que le viene de las calzadas romanas, y de la presencia de molinos de agua con propósitos textiles, era un paso alternativo, para pasar por Cervatos, historia que les comentaremos más adelante. ©eW&cAc

Santa Clara en Carrión de los Condes

Al cabo de seis kilómetros aparece el pueblo donde naciera en el s.XIV el rabino Sem Tob, autor de Proverbios morales. Villa muy rica y apreciada en el Medioevo al punto de aparecer como villa próspera en el Calixtino. A la entrada de Carrión, a nuestra izquierda, las clarisas tienen convento y acogen peregrinos. Mucho me hubiera gustado pernoctar en el Convento de Santa Clara, más, ya las etapas nocturnas están cuasi definidas. El convento fue fundado en el s.XIII por la reina de Portugal, para acoger a monjas de Santa María del Páramo. Seguimos rodando en busca del centro, pues la pausa para almorzar estaba casi prevista en Carrión y llegamos cuando comenzaba una ligerísima llovizna. .Nos detuvimos en una plazoleta frente a la cual una cervecería anunciaba copiosos platos y raciones caseras, y el menú de los peregrinos, sitio desde la cual podíamos vigilar las bicicletas con todos los fardos. Una vez almorzados, se imponía una siesta edificante, que no se hizo esperar por parte de mi compañero de peregrinación. Elie escogió un banco en la plazoleta frente a la iglesia de Santa María del Camino, y yo reticente al pestañazo, me dediqué a diluir mi fatiga apreciando el patrimonio medieval de Carrión.


Sellamos la credencial en Santa María, que es la iglesia más antigua del pueblo. Comenzó a levantarse en el s.XII, de ahí su factura románica. Tiene una bella imagen de la Virgen de las Victorias y del Camino, que data del s.XIII, alusiva al Tributo de las Cien Doncellas y al Camino de Santiago. Por todo Carrión se levantan iglesias y ermitas, entre las que se destaca la de Santiago, ahora convertida en museo, y que figura como una de las más bellas del románico español. San Julián, San Andrés, las ermitas de la Virgen de la Piedad, la de la Cruz o aquella de San Juan de Cestillos, hacen parte del patrimonio religioso de la villa. Se cruza el río Carrión al salir del pueblo, y desde el puente Mayor, que remplazara el antiguo medieval en el s.XVI, hacia la derecha, en la cima de un altozano se levanta el santuario dedicado a la patrona de Carrión, la Virgen de Belén. Un poco más adelante, frente a una chopera inmensa, un edificio algo colosal y sorprendente, el monasterio de San Zoilo, convertido en real hospedería, y que tiene un claustro plateresco rico en bóvedas que acogen más de doscientas figuras. La flecha amarilla nos indica el camino, y sin mirar atrás, pedaleamos al ritmo del sol, menos fuerte en ese final de la tarde. ©eW&cAc