mercredi 30 juin 2010

Sarria, a 111 kilómetros de Santiago

Una sucesión de aldeas en el camino a Sarria, nos verán pasar como bólidos: Foxos, Teigun, A Coeda. En Sarria tenemos que encontrar hospedaje, y un hospedaje que admita las bicicletas. Resulta que sarria es el sitio desde donde parte la mayor cantidad de peregrinos hacia Santiago. Para obtener la Compostela al llegar a Santiago, se requiere un mínimo de 100 km a pie o en caballo, doscientos para quienes hacemos la ruta jacobea en bicicleta. Lo logramos. Un hotel confortable en cuyos bajos hay un estudio de fotografía. La empleada nos lleva con las bicicletas a la trastienda del Studio. Una vez instalados, Sarria nos regala un final de etapa agradable y placentera. El pueblo es un pueblo grande, con esos apetitos constructivistas que han demolido para levantar puro cemento sin gusto. Felizmente el centro histórico está salvaguardado. En el paseo conocimos una pareja de sarrianos, agradables y conversadores que nos contaron, como les he dicho, lo que no cuentan las guías de viajeros, y nos recomendaron el restaurante donde esa noche, como buenos peregrinos, elegimos un suculento menú, capaz de hacernos montar otra vez las bicicletas y pedalear toda la noche. En el restaurant tuvimos como vecinos a los peregrinos vascos, también en bicicleta como nosotros. Estamos a treinta de junio. Mañana el camino será de buenaventura y felicidades! ©eW&cAc










El monasterio de San Julián y Santa Basilisa (Samos)

Llegando a Samos, decidimos detenernos en el monasterio. Nos recibió un hospitalero francés, que además de hacernos la conversación, nos selló la credencial pero nos dijo que no podía asegurarnos que pudiéramos pernoctar en el albergue, la prioridad es para los peregrinos que hacen el camino a pie, y había que esperar a mucho más tarde. Arqueamos las cejas y pusimos pies en polvorosa, o mejor, sobre nuestras bicis. En ese momento en que partíamos, como una vara, fresca y sonriente, llegó la holandesa grande, grande como una vara. No sé qué combine tenía que fue aceptada sin que le pusieran obstáculos. Bordeamos el monasterio, con su arquitectura de grandeur y su majestuosidad. Paramos en un restaurant contiguo al monasterio, desde donde lo apreciamos tranquilamente mientras nos enfrentábamos al deseado almuerzo. El monasterio ha sido restaurado en muchas ocasiones a través de los siglos. Las rehabilitaciones comenzaron a partir del s.VII. El pueblito se conserva bastante bien y yo particularmente aprecio las viejas galerías colgadas de las fachadas. El calor sofocante nos empujaba a encontrar un sitio de sombra y tirarnos a la larga. A la salida de Samos, un remanso de paz, agua y verde nos recibió para reposarnos y vaciar nuestro saco con dos kilos de cerezas, las que compramos en O Cebreiro. ©eW&cAc