samedi 19 juin 2010

Paris – Bayonne

Anunciado el tren en el andén N° 1, y saltar como un resorte fue la misma cosa. Nos vimos envueltos en la marea humana que como nosotros se dirigía al mismo andén. Dos trenes. Uno TGV y el otro iDTGV (www.idtgv.com ). Pasamos el chequeo de viajeros y subimos a nuestro coche en 2da clase. iDTGV 2967. Felizmente los asientos no estaban dispuestos en la dirección contraria al desplazamiento. Départ à 07h10. Como fatigado sin aún haber apenas rodado, el tren fue saliendo de la Gare Montaparnasse. Al dejar la estación, se vio libre de techos y pudo sentir la fina llovizna que del cielo aplomado caía parsimoniosamente. La llovizna hizo el milagro de despertar la máquina que poco a poco fue ganando en velocidad y kilómetros en dirección al sudoeste. Campos amarillos, terracotas, verdes. Infinidad de pueblitos con sus torres y campanarios, techos rojizos, altos, a dos aguas, apizarrados, sucediéndose a lo largo del camino de hierro, a distancia prudencial. Tours, Poitiers, atravesados sin detenernos. Luego tocó el turno a Burdeos, con la altiva aguja de la catedral Saint-André, la Torre Pey-Berland y los imponentes inmuebles de una ciudad rica favorecida por sus renombrados vinos, que la hacen considerar por muchos como la capital mundial del tinto. Cruzamos el Garonne, y el tren se detiene unos minutos en la Gare de Bordeaux St-Jean. Viajeros que bajan, unos pocos suben. A la parada siguiente, Dax, que siempre me ha parecido triste y apesadumbrada, ya estamos en tierras de Landes. El paisaje de pinos marítimos no desaparece nunca, y es el macizo boscoso más grande de Europa occidental. La velocidad reducida al máximo, un leve chirrido, la voz anunciando Bayonne, el reloj de la Gare marcando dieciséis minutos pasado el mediodía. Cuatro horas y seis minutos desde la capital francesa a Bayonne, ciudad vasca de los Pirineos del lado del Atlántico. ©eW&cAc

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