samedi 19 juin 2010

A los pies de Roncesvalles

Saint-Jean-Pied-de-Port, que en vasco se llama Donibane Garazi, debe su nombre al hecho de estar enclavado en la base del puerto conocido como Roncesvalles. Nos escurrimos en el pueblito bañado por el Nive, después de habernos ubicado en una casa rural de las afueras. Caminar por sus calles es remontar el tiempo y comenzar a respirar los aires del camino a Santiago. Locales y peregrinos pasean por la pintoresca calle de la Citadelle. Subimos la cuesta y nos presentamos en el centro de acogida de peregrinos. Gente amable. Y al saber nuestros orígenes, la simpatía no se hace esperar. Lo de la simpatía me choca, no creo que los cubanos tengamos nada especial que haga a los otros demostrar simpatía. Pasa que es raro ver cubanos haciendo el camino, como constató Elie, que pocos libaneses emprenden la ruta Jacobea. En el centro elegimos una concha y dejamos un donativo. Y al ser Saint-Jean-Pied-de-Port nuestra primera etapa peregrina, sellamos la credencial. El pueblo es hermoso con un fondo de montañas pirenaicas que cortan la respiración. Atravesamos la Porte de Navarre y reparamos las casas típicas que se alinean después del camino de ronda. Al terminarse la calle de la Citadelle, la Porte St-Jacques. La Citadelle lleva el sello de Vauban. El hambre nos recuerda que ya es hora de sentarse en una mesa y comer. Pero antes de hacerlo entramos en Notre-Dame-du-Bout-du-Pont, con su flamante oculus y su portal a columnatas del siglo XIV. El Nive furioso y afangado pasa bajo el pont Notre-Dame justo al lado de la iglesia. Subimos nuevamente la cuesta de la Citadelle habiendo reparado un restaurante, y volvimos a bajarla en su empedrado andar para terminar sentados en Chez Edouard. Nuestro primer menú peregrino lo disfrutamos como si lleváramos tres meses sin probar bocado. La fuente de sopa, bien apreciada por Elie, desapareció como por encanto. De la botella de vino francés no quedó más que una invisible gota caída sobre la mesa. La tarde noche se antojaba fresca y una nube al pasar dejó una larga llovizna. Al amainar, decidimos entrar a nuestra habitación de Zazpiak bat. ©eW&cAc.




©eW&cAc

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