samedi 19 juin 2010

Bayonne

Primera gran pauta en el camino que pronto comenzaremos a andar y desandar. Cielo cubierto, una tranquilidad morosa, la estación casi vacía. Apenas ha cambiado el ambiente bayonés que envuelve la Gare. Recuerdo que es el mismo cielo tímido azul gris que me recibió en el 96, cuando llegué a Bayona en un tren nocturno procedente de Avignon. Salí de la Gare y constaté que el Paris-Madrid, el hotel donde paramos aquella vez, todavía está en pie, ahora con su fachada enlucida. Asegurado que estaba en Bayona, propuse a Elie movernos en función de la continuación de viaje. Mala noticia: desde hace seis meses, no funciona el tramo ferroviario que une Bayonne con St-Jean-Pied-de-Port. Un autocar hace el trayecto, y no podemos perderlo, pues el último sale a las 15h09. Nos dividimos las tareas. Elie se ocupa del equipaje y yo voy a comprar los billetes. De paso se me ocurre que puedo recuperar los billetes que nos regresarán a Paris, pero desde Hendaye, el 6 de julio. Una preocupación menos. Ahora se impone aquella de buscar un taller de bicicletas cerca de la estación. Le pregunto a un ciclista que entra a la Gare. Elie carga con su Gazelle, atraviesa el puente St-Esprit que cruza el río Adour y busca el taller de marras. No lo encuentra. Puede que también esté cerrado por ser fin de semana. Decepcionado vuelve a la estación, la Gazelle echada al hombro. No obstante, la búsqueda del atelier le permite mirar Bayona más allá de la estación. Intentamos dejar imágenes en nuestros aparatos. La iglesia Saint-Esprit, edificada sobre las ruinas de un priorato romano muestra sus hermosas bóvedas góticas orneadas de medallones propios al estilo flamante de la época. Fachadas blancas con ventanas azules, rojas, el reloj de la estación en la torre de la izquierda, y por supuesto, el Paris-Madrid. Almorzamos. Saboreamos nuestro “almuerzo” como el resto de los viajeros sentados en la sala de espera. Una pareja de seniors alemanes, una francesa octogenaria leyendo mientras devoraba su sándwich, un joven con bastón y pesada mochila, futuro peregrino, evidentemente inglés, otras gentes, y el café de la Gare, desierto…Llegó el momento de montar al autocar, el chófer con campechana sonrisa nos abrió el maletero, y ante la amabilidad a flor de piel, osamos preguntarle si conocía un taller de reparación de bicicletas en Saint-Jean-Pied-de-Port. ©eW&cAc


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