mardi 22 juin 2010

Parque de la Grajera, “promenade verte”…



Logroño es una ciudad de parques, y para llegar al de la Grajera he contabilizado media docena. El de San Miguel se imbrica con el de la Grajera y el espacio verde no cesa. Allí el camino se ofrece fácil al peregrino que deja la capital riojana. Camino pavimentado y arbolado, porque la sombra es como el agua, indispensable al caminante, y por qué no, también a los bicicleteros. Campos de trigo, a uno y otro lado de la ruta periurbana jacobea. El pavimento termina a proximidad de la laguna, que por esos lares llaman pantano, entonces el camino recobra al bordearlo, su aspecto de antaño, y como buena parte todavía es, pedio pedregoso. Incluso, el camino se convierte en puente sobre un recodo pantanoso donde los patos son propietarios del lugar. Del parque y sin fronteras, se pasa a campos de vid que el camino atraviesa y va ascendiendo hasta desembocar en un punto desde el cual se aprecian los arrabales urbanizados de la ciudad. Hemos subido a una altitud de 560 m que oronda se hace llamar “alto”.

Es el Alto de la Grajera, casi ya en Navarrete, pero habrá que rodar un poco más, y contornear una colina en la que un toro, viva imagen de España, nos mira con cautela con sus férreos ojos. Atrás quedan, ciudad, parques, pantano y algarabía de patos. El camino avanza, y siguiendo las flechas, nosotros. ©eW&cAc

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