mardi 22 juin 2010

Cruce del Ebro, por el Puente de Piedra (Logroño)

A las 13h39 entramos en la Comunidad de LA RIOJA, y veinte minutos después Logroño aparecía en negro sobre fondo blanco contorneado en rojo. Como tantos otros nombres, Logroño suena raro, y la ciudad no me transporta a los vinos, como sí el nombre de la comunidad. Logroño, en lo más nórdico de la comunidad, a dos pasos de Navarra, a dos pasos de Euzkadi. En la capital riojana vive una muchacha que me hace recordar mis años escolares siendo niño. Recuerdo la llegada de Cristina en sillón de ruedas, acompañada de su madre, entrando a la escuela primaria. Y la recuerdo también, el año de preuniversitario en que volvimos a pisar la misma escuela. Y luego cuando nos saludamos en una calle de Santa Clara y supe que vivía en España. Ahora en Logroño. Y los que lean la bitácora se preguntarán que tiene qué ver todo eso con “nuestro camino”, y es que el camino es ideal para pensar, para recordar, y cuando se atraviesan polígonos industriales, es mejor recordar y evadir esos tramos pensando en la vida, en gentes, en amigos. Un poco más al norte, que ya es el País Vasco, está Vidalito. Y así pensando, hicimos el tramo de la N-111 desde Viana, y que no permitió que viéramos la Virgen de las Cuevas, pero yo no pude retenerme y tararear aquella canción infantil “que llueva, que llueva, la virgen de la cueva…” y cataplum, entramos hambrientos y triunfadores por el puente de piedra que atraviesa el río Ebro. Vamos directamente al barrio antiguo, ahora matizado de esos inmuebles viejos renovados con aires contemporáneos que pululan en las ciudades españolas, unos ejemplares, otros a no mirar. Elie, más que cansado, está hambriento, y eso lo pone de un humor inimaginable. Peor si el hambre aparece en los núcleos urbanos... Hay mucho que ver en la ciudad que festeja San Mateo y las vendimias. Evidentemente, con el tesoro de viñas que la rodea y la profusión de bodegas. Del puente de piedras vamos a la Rúavieja, en el 32 está el albergue municipal y nos hacemos sellar la credencial por los Amigos del Camino. El patio soleado del albergue y una refrescante alberca tronando en su centro, incitan a una pausa, a paliar el hambre, pero hay demasiados peregrinos reposándose de la marcha que allí los llevó, en su mayoría jóvenes, rubicundas holandesas, inglesas de pecas, dos calladas alemanas y bulliciosos italianos. Justamente al salir del albergue me percaté que mi basquette derecho iba completamente despegado en el talón. Y en Logroño quedó el calzado comprado en el otro lado del Atlántico. Suerte que llevaba unas zapatillas ligeras para en caso de…Y nos sentamos en la plaza de Santiago, en unas escalinatas, a devorar barras de cereales y frutos secos. A nuestra espalda, la iglesia de Santiago el Real, que data del s.XVI. En obras su interior, pero eso no impidió que apreciáramos su fachada, en la cual puede verse montado sobre un corcel, el famoso Matamoros. En el camino pasamos frente al Parlamento de La Rioja, y que fuera el Convento de Nuestra Señora de la Merced desde el s.XIII y que desapareciera de Logroño durante la Guerra de Independencia. Justo al lado, una chimenea de ladrillos nos hace pensar que se vela por preservar el patrimonio industrial de la ciudad. Dejamos el centro siguiendo las flechas amarillas que nos llevan a la plaza Alférez Provisional y de ahí enrumbamos por la del Marqués de Murrieta con su aire de ciudad moderna, edificios medianamente altos, rotondas con férreas esculturas y urbanizaciones que con sus laberintos de calles retardan nuestra entrada al Parque de la Grajera. ©eW&cAc

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