A las 13h39 entramos en la Comunidad de LA RIOJA, y veinte minutos después Logroño aparecía en negro sobre fondo blanco contorneado en rojo. Como tantos otros nombres, Logroño suena raro, y la ciudad no me transporta a los vinos, como sí el nombre de la comunidad. Logroño, en lo más nórdico de la comunidad, a dos pasos de Navarra, a dos pasos de Euzkadi. En la capital riojana vive una muchacha que me hace recordar mis años escolares siendo niño. Recuerdo la llegada de Cristina en sillón de ruedas, acompañada de su madre, entrando a la escuela primaria. Y la recuerdo también, el año de preuniversitario en que volvimos a pisar la misma escuela. Y luego cuando nos saludamos en una calle de Santa Clara y supe que vivía en España. Ahora en Logroño. Y los que lean la bitácora se preguntarán que tiene qué ver todo eso con “nuestro camino”, y es que el camino es ideal para pensar, para recordar, y cuando se atraviesan polígonos industriales, es mejor recordar y evadir esos tramos pensando en la vida, en gentes, en amigos. Un poco más al norte, que ya es el País Vasco, está Vidalito. Y así pensando, hicimos el tramo de la N-111 desde Viana, y que no permitió que viéramos la Virgen de las Cuevas, pero yo no pude retenerme y tararear aquella canción infantil “que llueva, que llueva, la virgen de la cueva…” y cataplum, entramos hambrientos y triunfadores por el puente de piedra que atraviesa el río Ebro. mardi 22 juin 2010
Cruce del Ebro, por el Puente de Piedra (Logroño)
A las 13h39 entramos en la Comunidad de LA RIOJA, y veinte minutos después Logroño aparecía en negro sobre fondo blanco contorneado en rojo. Como tantos otros nombres, Logroño suena raro, y la ciudad no me transporta a los vinos, como sí el nombre de la comunidad. Logroño, en lo más nórdico de la comunidad, a dos pasos de Navarra, a dos pasos de Euzkadi. En la capital riojana vive una muchacha que me hace recordar mis años escolares siendo niño. Recuerdo la llegada de Cristina en sillón de ruedas, acompañada de su madre, entrando a la escuela primaria. Y la recuerdo también, el año de preuniversitario en que volvimos a pisar la misma escuela. Y luego cuando nos saludamos en una calle de Santa Clara y supe que vivía en España. Ahora en Logroño. Y los que lean la bitácora se preguntarán que tiene qué ver todo eso con “nuestro camino”, y es que el camino es ideal para pensar, para recordar, y cuando se atraviesan polígonos industriales, es mejor recordar y evadir esos tramos pensando en la vida, en gentes, en amigos. Un poco más al norte, que ya es el País Vasco, está Vidalito. Y así pensando, hicimos el tramo de la N-111 desde Viana, y que no permitió que viéramos la Virgen de las Cuevas, pero yo no pude retenerme y tararear aquella canción infantil “que llueva, que llueva, la virgen de la cueva…” y cataplum, entramos hambrientos y triunfadores por el puente de piedra que atraviesa el río Ebro.
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