mercredi 30 juin 2010

El monasterio de San Julián y Santa Basilisa (Samos)

Llegando a Samos, decidimos detenernos en el monasterio. Nos recibió un hospitalero francés, que además de hacernos la conversación, nos selló la credencial pero nos dijo que no podía asegurarnos que pudiéramos pernoctar en el albergue, la prioridad es para los peregrinos que hacen el camino a pie, y había que esperar a mucho más tarde. Arqueamos las cejas y pusimos pies en polvorosa, o mejor, sobre nuestras bicis. En ese momento en que partíamos, como una vara, fresca y sonriente, llegó la holandesa grande, grande como una vara. No sé qué combine tenía que fue aceptada sin que le pusieran obstáculos. Bordeamos el monasterio, con su arquitectura de grandeur y su majestuosidad. Paramos en un restaurant contiguo al monasterio, desde donde lo apreciamos tranquilamente mientras nos enfrentábamos al deseado almuerzo. El monasterio ha sido restaurado en muchas ocasiones a través de los siglos. Las rehabilitaciones comenzaron a partir del s.VII. El pueblito se conserva bastante bien y yo particularmente aprecio las viejas galerías colgadas de las fachadas. El calor sofocante nos empujaba a encontrar un sitio de sombra y tirarnos a la larga. A la salida de Samos, un remanso de paz, agua y verde nos recibió para reposarnos y vaciar nuestro saco con dos kilos de cerezas, las que compramos en O Cebreiro. ©eW&cAc

Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire