jeudi 1 juillet 2010

Sarria (départ) Amanecer neblinoso






Cuarenta y ocho comienzos de julio se imponen en mi almanaque personal. Intentaré pasarlo como los ya vividos cuarenta y siete. Julios alegres o tocados de tristeza. No estará mi madre, y mi padre espera con ansias el reencuentro para que le cuente los avatares de este camino, a lo largo del cual he ido recibiendo mensajes y llamadas que son todo un saco enorme de sostén de los míos, que son mi familia, y muchos de mis amigos. El otro puntal es mi compañero de peregrinación, buen amigo y atento a las eventualidades y curiosidades. A más de mil kilómetros, frente a un mapa extendido, Alix prosigue el camino. Doble puntal. Ferviente ilustradora del periplo, a la espera del momento en que podamos juntos, como peregrinos a pie, hacer el camino. Sarria va quedando imprecisa a nuestras espaldas. La bruma envuelve los campos y el camino. Casa Nova de Rente es solo un cartel en la carretera cuya dirección flechada se nos escapa. Nos vemos obligados a una pausa para ponernos los chalecos amarillos fosforescentes. Árboles como fantasmas, cercados casi invisibles, como las casas que aparecen como en los cuentos y filmes de horror. Aparecen unos carneros detrás de una cerca, bajo un árbol, como si éste pudiera protegerlos del manto gris del amanecer sarriano. Una grieta en el cielo deja pasar la claridad del día que ya ha levantado cuando vamos entrando en la parroquia de Barán. Al llegar a Paradela, el día se ha alzado con una luz inusual, y las sombras matinales ponen barreras fáciles a traspasar. Paramos en un café-bar, el de Pedro, y nos recalentamos en el humillo que se escapa del café acabado de preparar. Agregamos jugos, tostadas y café-con-leche al desayuno. Las bicicletas impacientan afuera. El camino también impacienta por vernos rodar, pero antes de dejar el pueblito, hacemos alto en una quincallería para comprar tuercas y arandelas. La bici también necesita que se le pase la mano. Seguimos en la Diputación de Lugo. Castro, desolado. Higón, el río Loio, medio envuelto en la bruma de la media mañana. Un embalse, otro río, puentes, colores azulgrises tocados de verdes tiernos. Como Galicia, por donde el “camino” avanza entre montes y extensos prados. Dos guardias altivos vigilan a la derecha, el Páramo, alto de 876m y el Monte Pateño, de 787. Hemos avanzado unos veinte kilómetros desde que dejamos Sarria. ©eW&cAc





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