mardi 29 juin 2010

A Veiga de Valcarce (río Valcarce)



También se habla gallego en este sitio berciano. Galicia está a dos pasos y hacia allá nos movemos. Pero hemos de concluir etapa, y para ello, decidimos pernoctar en Vega de Valcarce. A poco de haber dejado Ambasmestas, aparece la señal que nos detendrá por décima vez en el camino, para dormir!, porque quitar el pie al pedal y curiosear lo ha sido enésimas veces. Falta poco para las cinco de la tarde y habrá partido de fútbol. Paramos en un caserón situado a la derecha en bordura de la ruta. Nossa Senhora Aparecida do Brasil. Preguntamos. Ambiente carioca. Sellamos la credencial. No satisfechos del sitio, volvemos a montar las bicis y buscar alojo en el corazón del pueblo. El segundo sitio tampoco nos enganchó, Vista hace fe, como decía un pariente en la Isla, y eso es una gran verdad. Descubrimos una casa rural que nos gustó mucho, Pandelo, llevada sin angustias por Angustia, una señora muy agradable. Pandelo es un sitio para pernoctar que ofrece toda la tranquilidad que busca el peregrino después de una fatigosa jornada. Desgraciadamente, como un puñal de cemento, al pueblo le fue clavado un viaducto que lo sobrevuela, y aunque está casi en desuso, lo afea enormemente. Alojada en la misma casa, una española grande y robusta. Por ella supimos que existe un sistema para encaminar los fardos del peregrino entre una y otra localidad. Bueno a saber, pues mi segundo peregrinaje será a pie. Vega de Valcarce no es de esos pueblos ricos por su conjunto histórico urbano, pero rico en intensidades, en la palabra que fluye de sus locales, prestos a platicar como si nos conociéramos de toda la vida. Conocimos a una pareja de primos encantadores, casi septuagenarios. Ella hábil conversadora, nos habló de guerras y pasado. Él, tímido de palabra, pero así y todo nos habló de sus sembrados y animales, y al rato se fue para cerrar el gallinero. Supimos del molino, a un lado del curso de agua, donde se levanta el apenas visible puente romano. Fuimos al molino y en el puente conversamos con un cuarteto de peregrinos jóvenes. La cena en Casa Charli, copiosa y generosa. Platos bercianos, locales. Y con el sol en fuga detrás de los montes, una vez comidos, el pueblito se nos ofreció, para que lo escrutáramos a placer. Pueblo raro, de casas pobres y casas de notables, de paisanos, de nuevos ricos. Casas de factura albores del siglo XX, con galerías y molduras, cubiertas de pizarra. La iglesia, del s.XVI, reformada, tiene torre cuadrada en la cabecera, toscana de dos cuerpos, con ventanas en arcos y el campanario en el cuerpo superior. En un espacio abierto del pueblo, a manera de plaza, el ayuntamiento. Allí puede apreciarse un hórreo tradicional techado con colmo o paja. El sol siguió su huída dejándonos un paisaje de fondo rojizo. Las amapolas se cerraron, y cerramos nosotros aquella etapa pródiga en encuentros. ©eW&cAc



Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire