jeudi 24 juin 2010

Burgos y el Cid campeador

La entrada a Burgos, por la N-1 será larga y fatigosa, al extremo de que si no fuera una pauta importante del camino, contornearíamos la urbe. Pero una ciudad así de monumental no puede pasarse por alto en el camino. Ya he puesto los pies en Burgos, pero no como peregrino. Mi paso por Gamonal que es la extensísima periferia noreste burgalesa estuvo marcado por una goma pinchada. Fue rápido encontrar un taller de reparaciones de bicicletas, poco antes del cierre para la siesta. Mientras le cambiaban la cámara, en un abrir y cerrar de ojos, echamos un vistazo al mapa de la ciudad. Aún quedaba un buen tramo para llegar a la catedral. Decidimos reponer fuerzas almorzando en un café-bar del barrio y luego volvimos a montar sobre nuestros jamelgos de hierro en busca de la estatua del Cid. Si la travesía de Gamonal fue fatídica, la entrada al casco histórico fue tal cual. El reparador de marras, hubo de cambiar la cámara pero no hizo bien su trabajo, que era revisar el interior de la goma y quitar el funesto hierro que la había pinchado.

Mi saludo al Cid fue una mueca amarga. Atravesamos el puente de San pablo sobre el Arlanzón y fuimos nosotros los encargados de coger el ponche esta vez. Me guardo los detalles terrenales de la reparación y como si nada hubiera pasado, entramos al centro monumental llevando de la mano, uno la Gazelle, el otro la Gitane.
Entramos por el Arco de Santa María, del sXVI, al pasar el puente del mismo nombre. El arco lleva incorporado estatuas de personajes vinculados con la ciudad. Tenemos el tiempo contado, no podemos olvidar el sellado de la credencial ni dejar de entrar a la catedral, y, dónde dejamos las bicis con todos los fardos a cuestas? Como ya he visitado la catedral, me quedo al cuidado de ellas y Elie se pierde en el ambiente gótico de la catedral, consagrada en 1260, no sin antes recordarle de visitar la tumba del Cid y de doña Jimena, de una modestia sin par, pero teniendo como techo un sorprendente crucero de factura gótica tardía. Elie feliz viene a mi encuentro, y se sonríe al verme platicando con un grupo de ancianos, venidos de lejos, desde el asilo en que pasan su final de vida. Ah, la vejez!, me digo, y pienso en mi padre, y se me antoja verlo sobre un caballo, campeando como el Cid! ©eW&cAc



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