dimanche 20 juin 2010

…a Zubiri, evidentemente!


Al dejar Roncesvalles, nos quedaba poco más de 22 km para encontrar un sitio donde pasar la noche, y el lugar sería Zubiri, en el valle del Arga. Burguete [Auritz] se nos apareció en el camino como un espejismo, una localidad en extremo pulcra, sus casas alineadas a ambos lados de la ruta nacional. Burguete me pareció “localidad dormitorio”, más bien un burgo de Roncesvalles. Ni un alma en el pueblo, ni a la puerta ni en las ventanas de sus hermosas casonas, todas con cubiertas a cuatro aguas, construidas en los siglos XVIII y XIX. Al pasar frente al Hostal Burguete, el deseo de terminar la etapa jornalera nos asaltó súbitamente. En 1104, Burguete cedió a Conques su hospedería. Delante de la iglesia de San Nicolás, que conserva su portada del XVII, recordé mi paso por Conques hace ya algunos años cuando nos dio por veranear en la Dordogne.

Bosques de pinos negros y hayas verdean el camino, cercadas praderas de verde claro donde pastan blanquinegras vacas con aire sorprendido a nuestra parada de salutación. La humedad la proporciona el arroyo Urrobi. GOYAN BEGO, camposanto pasible del otro lado de la carretera nacional. Después cruzamos otro pueblito, cuyas viejas piedras datan de 1269 cuando fuera fundado por el rey Teobaldo. Calcinado por la soldadesca francesa durante la guerra de Convención, en 1794, fue renaciendo de sus ruinas y con el tiempo restaurado. Como Burguete, Espinal [Aurizberri], se estira a ambos lados de la ruta, y a su izquierda, viniendo de Roncesvalles, se levanta San Bartolomé, la iglesia que fuera construida en 1961.


Apenas quitado Espinal, el camino en cuesta no se hace esperar. A ritmo de caravana de jicoteas subimos el umbroso alto de Mezkiritz, a 922 m. Bosquecillos y arboledas se comparten las alturas, desde la cual los Pirineos son una secuencia de cartones azulgrises superpuestos. Leemos la inscripción sobre la estela colocada en el alto en la que se pide se rece una salve. Coronando la estela al interior de un arco sostenido por dos columnatas esculpidas, aparece la figura de NS de Roncesvalles. No estando obligados, hacemos caso omiso a la petición como buenos cristianos de este siglo.

Seguimos la ruta sombreada y nos detenemos en Biskarreta-Gerendiain, justo en un crucero, con casas blancas silenciosas, tejado a dos aguas y macetas de flores ambientando muros y balcones. Un gato gris se inmoviliza viéndonos aparcarnos en su propiedad. Justo allí, a quince kilómetros de Roncesvalles, Elie me hace saber que hemos olvidado sellar en el hospital de peregrinos nuestra pauta caminera. Pude haber dicho y fuerte “me caso en la que canta y no pone”, tragué saliva y quise decir “oh mon Dieu”, pero no sabiendo a cuál Dios dirigirme, de mi boca salió como un bólido “oh putain”. Acto seguido, respiré profundo y le dije a Elie que lo resolveríamos, que costara lo que costara, nuestra credencial tendría el sello de Roncesvalles. Hacía esa mezcla de aire frío y humedad con olor a hierbas y árboles de las alturas. Crucé la carretera y comencé a hacer “autostop” a la inversa de la dirección que llevábamos. Un peregrino francés, de Haute-Savoie, nos preguntó si podía ayudarnos en algo, gentil nos propuso que rodáramos hasta el puerto de Erro, donde lo esperaba su mujer en una camioneta, y nos dio las señas. Le dicen, y ella los lleva de vuelta a Roncesvalles y los regresa también. El peregrino, mochila, cámara de fotos y bastón en mano, nos saludó y desapareció a la vuelta de una esquina del pueblito. Elie y yo en el crucero. Cada uno en un lado de la carretera…©eW&cAc

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